lunes, 10 de julio de 2017

Corazón inútil






Las horas de esta vida
incierta y fugaz,
se desvanecen.
Bajo el yugo del dolor
se las está llevando el tiempo.
Inútil el tiempo.
¿De qué tiempo hablo
si estoy flotando en la duda?
La angustia, el desconcierto y la insensatez
de la promesa de un futuro que nunca fue.
Las horas que se deshacen en mis manos,
corren como agua de río turbio
que fluye sin sentido…
No sé a dónde van.
Tampoco de dónde vienen.
¿Qué me prometió la vida
que la siento tan vacía, tan estéril…?
¿Dónde fueron los amores, las dichas eufóricas
los afanes de la juventud y los sueños?
¿Qué huracán arrasó mis sentidos,
que  siento tan vacía mi alma?
¿Qué son las horas
cuando no hay por qué vivir?
Me asombra la gente
que no se pregunta nada
Y sigue….
Sin saber por qué, pero sigue.
Me asombra la gente
que no se pregunta.
Me están arrancando el corazón.
Siento el desgarro.
Ya casi no siento.
Y de un zarpazo alguien se lo lleva.
Alguien empuña palabras
cual disparo certero
al amor desarmado,
sin escudo,
sin  amparo
sin defensas,
tan desnudo.
Recuerdo un rostro vacío.
Que me vació también el alma.
Te llevaste todo.
Arrasaste con el tiempo,
de esperanzas y de abrazos.
Con el tiempo de risas y luces.
Sólo sombras
deja este vendaval de heridas
cubiertas de espanto por la ira,
las promesas deshechas,
el desencanto.
Con qué facilidad
una tempestad deja
jirones de la vida.
Una vorágine de promesas
hechas cenizas.
No sé qué hacer con este corazón.
Con estas manos que me oprimen,
me empujan hacia abajo.
Y abajo?
Abajo no hay nada.

                                            Susana Rama

     

lunes, 26 de junio de 2017

Hueso, hombre y figura




Cabellos de plata,
surcos profundos
de sabiduría infinita.
Manos rústicas
de trabajo pesado,
tan pesado como tu historia.
Guía certera
en la sobremesa familiar.
Resuenan en mi memoria,
tus sabios consejos,
esos que están mucho más vivos
que tus gastados huesos.
Serenidad en la turbulencia,
dolor escondido
 en las venas del pasado.
Ese ojo siempre atento
no se descuida.
Tu saber venía del sacrificio,
del  valor y la verdad y la vida.
Tu saber no era de libros
ni de pizarrones.
De atribulaciones, esfuerzo
 y miserias urbanas.
Un solo par de zapatos
para ir a la escuela.
Tu paso fue penumbra,
arañando sueños y alegrías.
Gastaste los adoquines  de la barriada
yendo entre yugo y baile de orquesta.
Los árboles conocen tus secretos.
Susurran las hojas,
tristezas que jamás desempolvaste.
Los reyes magos
que perseguías,
sin alcanzarlos
me regalaron el relato
más fantástico de mi existencia.
Me robaste la inocencia
con una fantasía.
Y ahora yacen inmóviles
 tus deseos terrenales.
Pero tu voz, tu voz,
sigue intacta en mi mente.
Fortaleza, templanza y sencillez
definen tu eterno camino,
ese que ya no gastas
porque fue el destino
que quiso que te vayas.



                                                                         Susana Rama

martes, 20 de junio de 2017

Oración al ser amado


Oración  al ser amado
Dame tu dolor
y yo lo convierto
en alivio.
Dame tus penas
que  yo las transformo en soles.
Dame tus cenizas,
que  yo te devuelvo
la carne nueva.
Dame tus tormentos,
yo los hago luz,
en medio de la noche cerrada.
Dame tus errores
para que te lluevan bendiciones.
Dame tus amarguras
y yo te envuelvo en almíbar.
Dame tu confusión
que yo lo convierto
en claridad.
Dame tus pies
y vamos pisando la arena.
Dame tus manos
y levantémonos juntos.
En nombre del Padre,
te lo prometo.

                                                                   Susana Rama


miércoles, 14 de junio de 2017

EL ANGELITO




Abajo.
Otoño.
La esquina, la noche clara.
Las sombras del follaje
recortan los astros.
Arriba.
Te veo dormir,
te escucho respirar,
de a poquito
te bajo las estrellas
 para que puedas soñar.
La almohada,
un copo de azúcar.
Te abriga un vellón
 de manso cordero.
Por una escalerita bajo,
y te guardo en una burbuja
un pedacito de cielo,
un pedacito de luna.
Abajo.
El rumor de la calle.
Los pasos solitarios del hombre de noche.
¿Quién sabe adónde irá?
Arriba.
Un sueño profundo,
que no quiero despertar.
Quisiera darte alas
Para que me puedas visitar.

                                 Susana Rama

martes, 13 de junio de 2017

Vidas revueltas



¿Quién  dijo que sólo caminamos con los pies?
Con las manos, al suplicar.
Con la cabeza,
cuando fantaseamos.
Con el dolor,
cuando hay ausencias.
Con los codos,
cuando nos arrastramos…
por amor, o por la vida.
Con el pensamiento,
cuando insistimos y lo logramos.
O no. Pero caminamos.
Todo es idas y vueltas.
Vueltas y vida.
Cada vida corre
con un  fantasma,
imposible de atrapar.
En las venas la sangre  fluye como impulso insolente
hacia el intrépido deseo de sentirse vivo.
En el afán de inventarnos,
 tramamos un  mar de confusiones
que van y vienen,
en un destino furioso e implacable,
en un torbellino oscuro de dudas y certezas.
Con las manos pintamos nuestras ansias.
Es nuestro imaginario espectral  y desbocado
 que teme la sensación de hastío, abulia y censura.
 No somos el que mira.
Es el miedo el que nos mira.
Solo vemos lo que las puertas de los ojos abren.
 Esa mano que  llevamos a los ojos,
ante el horror, la tristeza, la desesperación
 son la más pura y prohibida esencia
de lo que no pudimos ser.
 Desolados pasaron los años
y caminamos para atrás.
Trastabillamos.
Se nos tuercen los pies de tanto andar.
Nos tapamos el rostro,
para no ver.
Para mentirnos y hacernos menos reales
 caminamos para atrás,
para dar la espalda al naufragio de lo inevitable.
¿Hacia dónde vamos, cuando nos tapamos los ojos,
cuando caminamos sobre la misma
 y descolorida  baldosa?
 ¿Qué macabros laberintos
Nos invitan en la huída?
Pero siempre volvemos al mismo lugar:
es la fragilidad de ser mortales.

                                     Susana Rama

sábado, 10 de junio de 2017

Cerraste la puerta







Frente a tu puerta.
Las puertas se abren, se cierran.
Abren viajes, colores, luces y sombras.
Son pasajes hacia el olvido, la fantasía, el gozo
y la eternidad.
Te fuiste y la cerraste en silencio.
De este lado, el vacío insolente.
El abismo de tu puerta cerrada
me deja gélido, pálido, en soledad.
Tu risa, tus ojos y tus abrazos se fueron
cuando me dejaste
en este abismo que enloquece
Monótonas, paredes  son mi destino.
Tu sabor amargo
dejó tu siestas dulces, nuestra mirada sin halar,
tu voz  en una esquina inesperada.
tu  piel salvaje, tu cálido aliento,
te espero, te espero, te espero…
interminablemente.
Pero no estás. No estás.
Solo vives en mis pensamientos.
Tu ausencia me dejó huérfano,
Sin otoños ni veranos mielosos.
tu ausencia me dejó
sin rumbo, absorto, en un infierno caluroso,
donde el sol no brilla
me dejaste sin brillo, ni resplandor.
Tus ojos me daban la vida, que ya no tengo.
Tus labios me daban, las palabras que perdí.
 Sólo vos, mujer podés abrir la puerta
de este abismo
oscuro, de muros que oprimen
cuando  me acerco a tu puerta
cerrada.
 Tu risa loca me llama
Y no puedo llegar.
 Abriste una herida , un abismo,
de fango, de fatiga,  de impotencia,
que  jamás serán cerradas.
Tu luz,  tu llanto, tus lamentos, resuenan
en mi locura.
Y yo, yo en tu ausencia, te abrazo, días y noches
sin dejar de pensarte.
La puerta se cerró.
   Ya no se abrirá. 
Hay un abismo



                                                                         Susana Rama

martes, 6 de junio de 2017

Existencia




¿Dónde se guarda el dolor?
Está frente a tus ojos y no lo ves.
Son como las verdades,
que de tanto verlas
 nadie quiere mirar.
El dolor es como una espada eterna,
que de tan solitaria,
enmudece.
El dolor…
se guarda en las raíces
de nuestros días de infancia?
Tal vez juega a las escondidas
detrás de un tronco
y aparece como asalto a un alma desprevenida?
El dolor…
Estará guardado en las hojas que dispersa el viento
para que ya no nos azote
y nos regale una vida  menos áspera?
¿Dónde se guarda el dolor?
Será que el miedo lo escondió
detrás del ojo que mira y no ve?
Donde se guarda todo eso que hace sangrar…?
Hay tantas cosas que perdí,
que se escaparon,
que tenía en mis manos y las dejé ir
sin saber, sin saber, sin saber…
Hay tantas manos que solté
para volar, para sentir, para llamar.
Tantas voces calladas,
palabras no escritas,
recuerdos sepultados
como dedos huesudos del árbol añoso
que aflora en la tierra.
Dónde se guarda el dolor,

Que no vino a despedirse?


                                                                               Susana Rama